miércoles, octubre 12, 2005

IV
ANCO MARCIO
Para acentuar el caracter reaccionario de la elección de Anco Marcio, la tradición hizo de él un sobrino de Numa Pompilio; circunstancia cuya verosimilitud hace sospechosa la índole de aquellos tiempos en que los personajes más altos de la escala social nos aparecen como meras sombras o encarnaciones de ideas, más bien que como mortales vivos verdaderos. Y la idea encarnada en Anco Marcio, cuarto rey de Roma, es la de que, elevado al trono por haber restablecido el cumplimiento de la ley divina, por su predecesor olvidada, se vió obligado a emprender, a pesar suyo, una serie de guerras contra los vecinos pueblos, especialmente contra los latinos; de cuyas guerras obtuvo Roma nuevo ensanche para sus dominios, y nuevo incremento de su población. Como el lector verá, esta idea es natural deducción de los sucesos atribuidos a Tulio Hostilio. La guerra latina era una herencia para Alba Longa; provocábala, no solo el cambio de metrópoli, sino la nueva dirección político-social, que tal cambio imprimió al Lacio. Y aquí es donde Roma aparece manifiestamente, aún para la tradición misma, con el caracter de centro comercial, que debió tener desde su origen, y a que debió su existencia. El rey Anco fundó la ciudad de Ostia, en la embocadura del Tíber. Ostia es el Pireo de la Atenas itálica; su puesto es a la vez centinela de la costa latina. Natural es, pues, que este nuevo orden de cosas suscitase resistencia y crease malcontentos en las latinas poblaciones, que debían juzgar como ingratitud de la suerte el paso de su capitalidad a aquella Roma que siempre habían tenido por extraña, y cuya latinidad veían adulterada por la mezcla sabínica.

Los frutos de estos antagonismos aparecen evidentes en dos importantes hechos, a saber: en la desaparición de algunas ciudades latinas, como, por ejemplo, Politorio; y en el desarrollo que, como nuevo elemento social, hasta entonces en Roma inadvertido, tomó la plebe. El Estado asoció a su organización ese elemento, que dentro de ella aumentaba su fuerza, y fuera era un auxiliar de la anarquía.

Entra, pues, en escena la plebe romana, con escasos derechos aún, pero en actitud de aumentarlos y llevarlos al nivel de los que disfrutaban las clases privilegiadas. De esta importancia plebeya, realizada en el reinado de Anco, quedó a la tradición un recuerdo, aunque informe y vago. Presintiendo, en efecto, el porvenir, hace entrar en la ciudad a los nuevos vencidos, señalándoles por estancia el Aventino y el valle Murcia; pero el Aventino no llegó a ser asiento plebeyo hasta medio siglo después de la expulsión de los Tarquinos, en virtud de la ley Icilia (año 298 de Roma-456 antes de Jesucristo), y aún entonces no lo fue de toda la clase, gran parte de la cual quedó en los alrededores de la ciudad. Por esto las reuniones de los comicios de las tribus se celebraban en los días de mercado (Nundinae), y sus materias de discusión se anunciaban dies y siete días antes (tres Nundinae).

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