V
CORIOLANO
Todo lo dicho explica el odio de que el Tribunado fue objeto desde su nacimiento por parte de los patricios. En el seno de esta clase había dos elementos que se exageraban recíprocamente: los juniores o jóvenes, y los seniores. Estos últimos rugían contra la invasora democracia, armada ya del voto dentro del Senado, que es su ciudadela. Aquellos, a su vez, faltos por su edad de prudencia y calma, bajan a la plaza acompañados de gran séquito de clientes, y desafían con inconsideradas provocaciones a la plebe. Mas el plebiscito Icilio hizo vana la provocación, y fue grande advertencia para los provocadores. La condena de Marcio Coriolano sancionó el aviso, y decidió a los patricios jóvenes a cambiar de rumbo. El relato tradicional sobre Coriolano tiene indudablemente mucho de leyenda; pero si los absurdos anacronismos de que rebosa quitan fe y verosimilitud a la tradición en sus detalles y hasta en el conjunto del dramático cuadro que nos pinta, queda en ella, no obstante, un fondo de verdad que no es posible desconocer. El Coriolano conquistador es una figura fabulosa, y Mommsen opina justamente que solo la corrupción de las costumbres pudo hacer de su figura una gloria nacional. Pero el Coriolano, campeón de la juventud patricia, que conspira para derrocar el tribunado plebeyo, y es por esto condenado a la pena capital, como violador de la lex sacrata, es una figura histórica, como histórico es su proceso descrito por Dionisio. Condenado por doce tribus contra nueve, evitó con el destierro la pena, y fue a capitanear aquella turba de fugitivos romanos que ya hemos visto junto al lago Regilo, y que ahora, agregados a los volscos, deben volver otra vez sus armas contra la patria.
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