CAPÍTULO V
ROMA CONQUISTADORA DE ITALIA
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Roma republicana.-La Etruria: caída de Veyes.-Los Galos.-El "Dies Alliensis" y el incendio de Roma.-Las guerras samníticas.-La guerra etrusco-samnítica.-Batalla de Sentino.-La sumisión de Italia: Pirro.
I
ROMA REPUBLICANA
En los dos primeros siglos del gobierno consular, las contiendas interiores absorbieron principalmente la actividad del pueblo romano. Por esto las guerras de la República tuvieron constantemente un caracter defensivo, como sostenidas, no ya para ensanchar la dominación, sino para conservar lo adquirido en el reinado de los Tarquinos, y para defender la independencia contra la envidia agresiva de los pueblos vecinos. Pero cuando este necesario objeto quedó realizado, el aspecto de las cosas cambió esencialmente: la guerra vino a ser un elemento necesario de la nueva política aristocrática dominante, y los estrepitosos triunfos de sus legiones reforzaron su influencia hasta el punto de hacer de sus empresas militares un sistema: y Roma fue un Estado permanentemente conquistador. Produjo esto dos opuestos efectos: en el exterior, el poder de Roma adquirió proporciones universales; y todas las naciones, olvidando su peculiar modo de ser, se fundieron, por decirlo así, en la invasora civilización, y se dedicaron unánimes a mantener la majestad del pueblo romano. Majestatem populi romani comiter conservare, es el dogma político que Roma impone a sus vencidos. En el interior, esa majestad quiritaria, desaparece del pueblo para refugiarse y reunirse en un hombre: al pueblo le queda solo la gloria de su nombre, y los donativos cesáreos (panem et circenses) constituyen su sola diferencia respecto a los conquistados.
Y no podía ser otra cosa. La política de la guerra, quitó por su propio exceso toda moderación a la política de los partidos, y acabó por destruir la base misma del gobierno. La guerra refuerza el poder; pero su excesiva duración acaba por desvirtuarlo, y difícilmente lo halla luego donde y como lo dejara. Una de las mayores garantías de la romana libertad era la breve duración de la magistratura suprema, y esta garantía desapareció por las necesidades del militarismo. Ya en el año 427-327 antes de Jesucristo, tuvo el Senado que prorrogar el imperio (prorogatio imperii) al cónsul Q. Publio Filón. De este modo surgió del consulado el proconsulado, que, creado como remedio excepcional, no tardará, por el desarrollo de las guerras de conquista, en penetrar el organismo de la Constitución romana, y en ser un coeficiente sistemático de la administración de la República: siendo lo más característico de esta reforma liberticida el modo que tuvo de introducirse; puesto que, en vez de hacerse legitimar por las centurias, únicas competentes en la materia, hizo al Senado conferir a las tribus la deliberación sobre la prorogatio imperii, provocando así una confusión en los poderes legislativos, que abrirá el camino a la anarquía.
Otro abuso antiliberal, originado asimismo por la política militar, fue el prescindirse frecuentemente de las leyes: abuso que tuvo también su sanción plebiscitaria. El primer ejemplo se dio en el año 459-295 antes de Jesucristo. Necesitándose una dirección enérgica para la guerra, se exceptuó por plebiscito a Quinto Fabio Máximo del impedimento que a la reelección consular ponía la ley del 412-342 antes de Jesucristo, y se le confirmó en este cargo, que dos años hacía desempeñaba. Y esta necesidad de confiar el poder a las más fuertes manos, traerá inexorablemente la transformación del gobierno aristocrático en oligárquico, restringiéndolo cada vez más, hasta llegar el momento de que el prestigio de la victoria explotará su ascendiente, y el acuerdo de dos o tres generales bastará para posesionarse de aquel gobierno que regía el mundo. Uno de esos caudillos, en fin, utilizando la democracia como instrumento auxiliar, podrá por sí solo derribar al coloso republicano, y entronizar su personal despotismo.
"Por un lado, dice Devaux, una aristocracia que para contener a sus adversarios interiores, se ve obligada a buscar las fuerzas de su resistencia en la política belicosa: por otro, la guerra misma que, aumentando el poder aristocrático, lo transforma en una oligarquía, la cual a su vez lo concentra hasta el punto de ser también por él vencida: este fue el caracter de Roma republicana."
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