domingo, octubre 09, 2005

II
ÉPOCA PREHISTÓRICA
La presencia del hombre en Italia no se hace constar fundadamente sino con posterioridad a la invasión de los arios en Europa. Las regiones continentales, que después fueron cuna de los pueblos célticos y germánicos, conservaron abundantes vestigios de un pueblo primitivo, que vivía de la caza y de la pesca, fabricaba sus utensilios con piedras y huesos, se adornaba con dientes y con ámbar, y no conocía la agricultura ni el uso de los metales. Pero los italianos no tenemos indicio seguro de que los arios llegados a nuestra península hayan encontrado en ella sus predecesores; lo que parece probar que la ocupación de Italia fue una de las últimas por los mismos arios realizadas. A cuya presención prestan fuerza racional la posición y la configuración geográfica del país, el cual, separado del continente por una larga cadena de altas montañas y circundado por el mar en sus otras partes, no podía ser elegido como región habitable sino después que las comarcas abiertas y de fácil acceso lo estuvieran. Las primeras tradiciones históricas nos hablan también de las revoluciones físicas de que nuestro suelo fue teatro, y que debieron ser asimismo otro obstáculo a su población. Esquilo presume que la Sicilia estuvo en su origen unida al Continente; otros escritores recuerdan la vorágine de Curcio, las ardientes llamas de Caco y Ceculo. Además, los sucesivos descubrimientos geológicos han demostrado que los dos mares italianos, Superior e Inferior (el Adriático y el Tirreno), tuvieron largo tiempo invadida la región apenínica, cuyos terrenos bajos fueron viejas marismas. Allí, pues, donde la naturalez está en constante agitación, el hombre, el morador, no acude gustoso; y si el instinto le hace huir del malestar y del peligro siempre que la necesidad no le obligue a afrontarlos, bien pudo esquivar los que el suelo itáliano le ofrecía entonces, y contra los cuales hubiera sido vana su lucha, su resistencia inútil. La invasión del mar explica a la vez la tardía entrada, por decirlo así, del valle del Po en el radio histórico de la Italia antigua, y las tinibelas en que nos aparecen sus primitivos destinos hasta la irrupción gótica. Acaso la facilidad de su conquista fue natural consecuencia de la lenta formación de su suelo pantanoso, como acaso la barbarie y la heterogeneidad de sus conquistadores fueron causa de que la antigua Italia conceptuase como tierra extranjera, durante siglos, aquel mismo valle.

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